El Valle de Gardena

Introcucción general

El Valle de Gardena está situado en el corazón de los Dolomitas, una cadena montañosa en el norte de Italia mundialmente famosa por sus macizos rocosos de paredes verticales y sus vistas panorámicas impresionantes. Justamente a raíz de su belleza paisajística única en el mundo el 26 de junio de 2009 los Dolomitas fueron añadidos a la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. El Valle de Gardena forma parte de la Provincia autónoma de Bolzano – Alto Adigio, también conocida como Tirol del Sur, situada en el extremo norte de la República Italiana. Bolzano limita al sur con la provincia autónoma italiana de Trento, al sureste con la región italiana de Véneto, al norte con Austria, al noroeste con Suiza y al oeste con la región italiana de Lombardía. Antes de que pasara a formar parte de Italia en 1920 este territorio fue dominado por diversos imperios. Entre 1867 y 1919 perteneció al Tirol, una región del Imperio Austrohúngaro, razón por la cual aún hoy la mayoría de los sud tiroleses habla alemán. No sólo debido a la diversidad lingüística sino también debido a las particularidades de cultura sud tirolesa, Bolzano recibió en 1972 el estatus de región autónoma de la República Italiana.

La región del Alto Adigio posee un estatus envidiable de autonomía al cual aspiran muchas minorías étnicas. Dicho estatus se basa en la convivencia pacífica de tres grupos lingüísticos diferentes: el italiano, el alemán y el ladino. Este antiguo idioma retorromance se habla en los cinco valles que rodean el macizo de Sella: en el Valle de Gardena, el Valle de Badia, el Valle de Fassa, en la Comuna de Ampezzo y en la Comuna de Livinallongo del Col di Lana. El ladino es una lengua romance que surgió de la unión entre la lengua rética indígena y el latín vulgar, el cual fue difundido en los Alpes por los romanos hacia el año15 a.C. Hasta hace algunos siglos esta lengua retorromana se hablaba en gran parte del arco alpino, pero con el paso del tiempo ha desaparecido casi por completo debido a la fuerte influencia del alemán desde el norte y del italiano desde el sur. Fuera de las zonas dolomíticas sólo existen otras dos islas lingüísticas retorromanas: una en el Cantón suizo de los Grisones y otra en la región autónoma italiana de Friuli-Venecia Julia. La mayor parte de los habitantes del Valle de Gardena (85-90 %) hablan ladino además de alemán e italiano. Esto es posible gracias a un sistema de enseñanza conjunta, dentro del cual desde el primer día de clases se imparten todas las materias en italiano, alemán y ladino. Además, existen diversas asociaciones culturales que promueven la investigación, el uso y la divulgación del ladino, dedicándose activamente a redactar periódicos y programas de radio y televisión, a elaborar y acopiar libros y diccionarios, y a organizar conciertos, exhibiciones y otros espectáculos. Así pues, el Valle de Gardena es oficialmente trilingüe, lo cual queda de manifiesto en los nombres toponímicos, que siempre aparecen en los tres idiomas.

Los primeros asentamientos

Los primeros asentamientos humanos en el Valle de Gardena datan de tiempos prehistóricos. Al pie del macizo de Sella se han hallado puntas de flecha, agujas y otras herramientas que testimonian la presencia de seres humanos alrededor de 6000 años antes de Cristo. Probablemente dichos objetos pertenecían a cazadores nómades que pasaban el verano en el valle en busca de alimento. Otros hallazgos importantes provienen del Col de Flam, un cerro situado más arriba de Ortisei. Se trata de hachas de hierro, fíbulas de bronce, alhajas, sables galos y otros objetos, que datan aprox. del siglo IV a.C.

La primera población sedentaria que habitó el Valle de Gardena fue la de los Réticos. En el año 15 a.C. el general romano Druso conquista las regiones alpinas y fuerza a los Réticos a retroceder y refugiarse en los valles de más difícil acceso. Todavía no se sabe a ciencia cierta cuál es el origen exacto de ese pueblo. Podría tratarse de pequeños grupos de ligures, ilirio-vénetos, etruscos, galos, o incluso de pueblos nórdicos, a quienes los Romanos dieron dicha denominación.

El origen del nombre

El nombre “Valle de Gardena” deriva del latín “forestum at Gredine”, que significa “territorio boscoso de Gardena”. Dicha denominación proviene de un documento del año 999 d. C. en el cual se estipula la donación oficial de dicho territorio por parte del Conde bávaro Otto de Andechs a favor del Obispo Gottschalk de Frisinga. El motivo de dicha donación es sumamente interesante: dado que por aquel entonces la gente pensaba que en el año 1000 se produciría el fin del mundo, aquéllos que poseían bienes donaban parte de los mismos a la Iglesia con la esperanza de recibir una recompensa celestial después de su muerte.

La geografía

El Valle de Gardena es un valle lateral del Valle Isarco – uno de los principales valles del Tirol del Sur – y tiene una extensión de aprox. 25 km de este a oeste. Su altitud oscila entre los 2.244 m en el Paso de Sella hasta los 471 m en la localidad de Ponte Gardena. El estrecho de Pontives marca el límite lingüístico entre el alemán y el ladino y también el verdadero comienzo del Valle de Gardena. Por el valle corre el Río Gardena (alem. Grödner Bach, lad. Derjon), que nace en el Paso de Sella y desemboca en el Río Isarco a la altura de Ponte Gardena. El Valle de Gardena está dividido en tres municipios: Ortisei (alem. St. Ulrich, lad. Urtijëi), Santa Cristina (alem. St. Christina, lad. S. Crestina) y Selva Gardena (alem. Wolkenstein, lad. Sëlva). Las poblaciones de Bulla (alem. Pufels, lad. Bula), Roncadizza (alem. Runggaditsch, lad. Runcadic) y Oltretorrente (alem. Überwasser, lad. Sureghes), pertenecen en términos administrativos al municipio de Castelrotto (alem. Kastelruth, lad. Ciastel), pero desde el punto de vista lingüístico y geográfico forman parte del Valle de Gardena.

El municipio de Ortisei tiene unos 6.000 habitantes y es el más importante del Valle de Gardena. Posee una rica y larga tradición en la manufactura y el comercio de productos artesanales de madera. Sus cuatro iglesias más importantes son la Iglesia medieval de Santiago el Mayor, la de San Antonio en la plaza del mismo nombre, la de Santa Ana dentro del cementerio municipal y la Parroquia de San Ulrico. A raíz del constante crecimiento demográfico, la Iglesia principal de San Ulrico, construida en 1342, fue totalmente reconstruida en 1793, gracias a la generosidad de los habitantes adinerados del municipio. Además, se le añadieron muebles y adornos realizados por los mejores artistas y artesanos del valle.

El municipio de Santa Cristina ocupa la parte central del valle y tiene sólo unos 1.900 habitantes, por lo que es el menos poblado de los tres. Está situado justo frente al símbolo del Valle de Gardena, la majestuosa montaña Sassolungo (3.181 m), la cual año a año es una meta para muchos escaladores. En 2009 se construyó en Santa Cristina una circunvalación que alejó el tráfico del centro de la localidad. Desde entonces los habitantes de la zona y los turistas puedan llevar una vida mucho más tranquila y agradable.

El municipio de Selva Gardena tiene aprox. 2.600 habitantes y se encuentra a 1.563 m de altitud. Desde allí se pueden admirar los macizos de Sella, Sassolungo y Puez. Limita al este con los dos pasos que permiten dar la vuelta al macizo de Sella y que conducen a los otros dos valles ladinos, el Valle de Badia – a través del Paso de Gardena – y el Valle de Fassa – a través del Paso de Sella. Selva Gardena es uno de los centros turísticos más populares, tanto en invierno como en verano.

El clima

A pesar de su altitud el Valle de Gardena tiene un clima más bien benigno gracias a la influencia del clima templado del Valle de Isarco. Julio es el mes con más horas de sol y temperaturas máximas de aprox. 25°C, pero el valle está bien protegido del bochorno estival sofocante que impera en algunos valles a menor altitud. Los meses de verano más cálidos son julio y agosto, y el otoño es en general más benigno que la primavera. En los meses de noviembre y diciembre el frío es moderado y se producen pocas precipitaciones. El invierno se caracteriza por tener nevadas abundantes y días fríos, secos y predominantemente soleados. El mes más frío del año es enero, si bien en febrero cae más nieve. Dado que el Valle de Gardena sólo posee una abertura hacia el oeste, está bien protegido de los vientos fríos del norte. Las montañas de Seceda, Odles y Puez constituyen una barrera protectora natural, de manera que en este valle muy rara vez hay neblina o viento. Sin embargo, no se pueden negar las desventajas climáticas típicas de las altas montañas: la primavera llega con un retraso considerable, por lo que cuando p. ej. en Ortisei florecen los primeros árboles, en Bolzano ya se pueden cosechar las cerezas. Las casas están construidas sobre un territorio que se encuentra entre los 1.150 y 1.700 m de altitud. Aquéllas que se alzan en el lado de sombra del valle se encuentran en desventaja, ya que la exposición al sol es un factor de mayor influencia en la vida que la altitud. Las condiciones climáticas de este valle no permiten el cultivo de cereales como p. ej. trigo, centeno, cebada o avena, por lo que las áreas de explotación agrícola consisten casi exclusivamente en praderas y pasturas. Las condiciones son especialmente propicias para criar ganado gracias a la excelente calidad del heno, el cual se siega en las altas montañas y también se utiliza para preparar “baños de heno”, una actividad especialmente difundida en los Alpes de Siusi, el altiplano más extenso de toda Europa.

Todavía hoy grandes áreas de las pendientes del valle están cubiertas de bosques, especialmente en el municipio de Ortisei. Como en todo el Alto Adige se trata de bosques de coníferas. Las frondosas son bastante raras y las pocas que hay se encuentran en las proximidades del Río Gardena. El límite superior del bosque está a unos 2.150 m de altitud. A los 2.300 m de altitud sólo crecen pequeños árboles. En general los bosques de esta región contienen muchas piceas y alerces, pero también hay abetos, pinos albares y pinos cembros.

Turismo y artesanado tradicional

El sector más importante de la economía gardeniana es el turismo, pero le sigue en importancia el tradicional artesanado de la madera. Precisamente estos dos sectores económicos son los que han hecho el Valle de Gardena famoso en todo el mundo. La belleza de sus montañas y su excelente infraestructura turística permiten pasar hermosas vacaciones en el valle, tanto en verano como en invierno, ya sea practicando el deporte y disfrutando de la naturaleza. En los meses de invierno es ideal para practicar el esquí alpino, ya que posee numerosas instalaciones de ascenso, y también el esquí de fondo, ya que posee larguísimas pistas de fondo. Y en los meses de verano su paisaje montañoso de impresionante belleza invita a dar caminatas, hacer excursiones, escalar o dar recorridos en bicicleta de montaña.

Sin embargo, desde el punto de vista histórico los orígenes de la prosperidad económica del Valle de Gardena se encuentran en la escultura y el tallado de la madera. Durante varios siglos este sector dio trabajo a muchas familias gardenianas, y hoy en día siguen existiendo en el valle diversas empresas, escultores independientes, escuelas de arte y escuelas técnicas que continúan dedicándose a dicha actividad y son el orgullo de la población. Los objetos de arte tallados en madera del Valle de Gardena tienen fama mundial. Por eso, cuando se habla de esculturas en madera es imposible no mencionar la artesanía gardeniana. La gran belleza y exclusividad de los productos de esta región son prueba de que una tradición que se cultiva celosamente puede convertirse en sinónimo de calidad. En este valle se fabrica de todo con madera: figuras sagradas – como p. ej. vírgenes, crucifijos, pesebres, santos, ángeles y recipientes de agua bendita –, figuras profanas – como p. ej. animales, esquiadores, máscaras, payasos, personajes históricos o famosos –, muebles y objetos de diseño – como p. ej. sillas, mesas, espejos, lámparas, cascanueces – y otros artículos diversos.

El ladino y el museo

Como hemos mencionado más arriba, el ladino es el idioma más antiguo del arco alpino y surgió alrededor del siglo I d.C. de la fusión de la cultura céltica de los Réticos con la de los Romanos. Las diversas olas de migración de los pueblos supusieron una grave amenaza para el ladino, que afortunadamente ha sobrevivido en algunos valles laterales: el Valle de Gardena, el Valle de Badia, el Valle de Fassa, el valle de Livinallongo, la zona de Cortina d’Ampezzo, así como en la región italiana autónoma de Friuli-Venecia Julia y en el cantón suizo de los Grisones. La lengua ladina es una de las características más sobresalientes del Valle de Gardena y ha despertado el interés de muchos lingüistas. Si bien a primera vista se parece al italiano, su ortografía, su léxico y su pronunciación son en realidad muy diferentes. Además, su origen se remonta a miles de años antes de que surgiera el italiano, y no se trata de un dialecto, como muchos creen todavía erróneamente. Desafortunadamente el rápido progreso tecnológico ha obligado a los gardenianos a utilizar palabras de otros idiomas para describir conceptos y objetos nuevos que hasta hace poco les eran desconocidos. La mayor parte de las palabras que han sido asimiladas provienen del alemán, del italiano o del inglés, lo cual inevitablemente conduce al empobrecimiento del ladino. Es interesante señalar que, gracias al conocimiento del ladino, los gardenianos son capaces de aprender otros idiomas con gran facilidad y velocidad. Uno de los primeros en dar testimonio de dicho fenómeno fue el famoso trovador Oswald von Wolkenstein, quien durante sus numerosos viajes comprobó que sus conocimientos de ladino le permitían aprender fácilmente otras lenguas romances.

El primero en demostrar interés en el idioma ladino desde un punto de vista filológico fue el cura de la parroquia de Ortisei, J.A. Vian, oriundo del Valle de Fassa. Vian investigó a fondo la gramática y el léxico ladinos, y escribió un libro sobre dicho idioma, el cual constituyó el punto de partida para los trabajos de muchos otros lingüistas. Hoy en día se reconoce que el ladino es un idioma y miles de lemas han sido recogidos y traducidos en diferentes diccionarios. Algunos lingüistas estiman que el 80 % de las palabras ladinas proviene del latín vulgar, el 15 % del germánico y el resto del antiguo idioma de los Réticos. En el Museo del Valle de Gardena en Ortisei, inaugurado en 1960, se conservan los testimonios de la cultura y de la tradición ladinas. El museo forma parte de la Cësa di Ladins (“Casa de los Ladinos”) y posee interesantes colecciones que documentan la evolución del arte del tallado en madera desde el siglo XVI hasta el presente, así como los hallazgos geológicos y arqueológicos de la región dolomítica. Una exposición permanente ilustra y conmemora la vida aventurera del famoso cineasta y escalador gardeniano Luis Trenker (1892-1990). La existencia de este museo y el trabajo en el mismo, que promueve numerosas manifestaciones culturales, así como actividades de investigación histórica y científica, no serían posibles sin el apoyo de la Union di Ladins de Gherdëina. Esta fundación, creada en 1946, forma parte de la Union Generela di Ladins dla Dolomites, la asociación cultural más importante de toda Ladinia. La Union di Ladins de Gherdëina promueve la lengua y la cultura ladinas mediante programas de radio y televisión, publicaciones, exhibiciones, conciertos y obras de teatro.

El artesanado en el Valle de Gardena

Historia del artesanado gardeniano

Para poder comprender la naturaleza y el carácter del arte gardeniano es necesario conocer el Valle de Gardena. Esta región de una belleza sugestiva, donde abundan los extensos bosques y los impresionantes acantilados dolomitas, ha dado origen a una próspera industria doméstica basada en la manufactura de juguetes y de obras de arte sagrado y profano, que ha superado las fronteras de Italia y de Europa alcanzando fama mundial.

El tallado en madera surgió gracias a la creatividad de la población local y debido a la urgente necesidad de encontrar una ocupación para los meses de invierno que compensara la poca fertilidad del terreno y la baja productividad de las granjas del valle. La manufactura de esculturas en madera en el valle comienza en el siglo XVII como un artesanado doméstico rudimentario y con el paso del tiempo se convierte en una fabricación industrial en serie. A lo largo de este proceso evolutivo nunca se han descuidado la originalidad y la alta calidad de los productos hechos a mano puesto que la industria gardeniana está respaldada por muchas generaciones de artistas artesanos.
Las primeras formas de artesanado doméstico como fuente de ingresos complementaria de la agricultura
Hasta el siglo XIX – o en algunos casos incluso hasta el siglo XX – la supervivencia de la población gardeniana se basó en la economía de subsistencia de las granjas de montaña.
El suelo del Valle de Gardena no es especialmente fértil, dado que se encuentra a una altitud elevada que va de unos 1.150 m en el municipio de Ortisei hasta unos 1.700/1.800 m en el municipio de Selva Gardena. Además, a esa altitud la época en la cual la tierra se puede cultivar es relativamente breve. En invierno hace mucho frío, por lo que antes en los años malos había que sacar las papas y las remolachas de debajo de la nieve a fuerza de pico. Además, en este valle las condiciones no son favorables ni para el cultivo de cereales ni para el de viñas u otro tipo de árboles frutales. De ahí que hasta la mitad del siglo XIX el sector económico fundamental para la mayor parte de la población gardeniana haya sido la cría de ganado, actividad típica de los valles de montaña.
Al principio el trabajo artesanal doméstico representaba tan sólo una pequeña parte de las ganancias de las familias del Valle y el trabajo en los campos no producía muchos beneficios, por lo que dicha actividad se practicaba casi exclusivamente para el autoconsumo. Normalmente se criaban vacas lecheras, bueyes y a veces también cerdos. En consecuencia, si bien el artesanado les permitía a los gardenianos vivir mejor que los habitantes de los valles vecinos, la población era más bien pobre.
Los productos que fabricaban los granjeros se vendían o se canjeaban para poder comprar alimentos o herramientas. La escasez de dinero en efectivo, un rasgo típico de los pueblos que viven en las montañas, también contribuyó a la necesidad de fabricar productos artesanales que pudieran venderse en el mercado. Uno de dichos productos es el loden o paño tirolés, un tipo de fieltro que se utilizaba para fabricar los vestidos característicos de la cultura bávaro-tirolesa. En el siglo XVI el loden del Valle de Gardena era el más preciado y el más generalizado en todo el Tirol.
Recién en el siglo XVII las mujeres y las niñas del Valle comenzaron a hacer encaje de bolillos, y los hombres y niños a tallar la madera.

El artesanado del encaje de bolillos

Hasta 1800 o, incluso, hasta el siglo pasado, la economía de subsistencia de las granjas de montaña fue la base de la supervivencia de la población gardeniana.

Puesto que el valle se halla a una altitud más bien elevada, que va de los 1150 de Ortisei a los 1700/1800 m de las granjas más altas de Selva, su terreno no es especialmente fértil. Además, el periodo en el que la tierra da sus frutos es relativamente corto; en invierno hace frío y durante los años malos las patatas y las remolachas deben arrancarse con el pico de debajo de la nieve. En el valle no crecen cereales y las condiciones no son propicias para los viñedos ni para otros tipos de fruta. Hasta mediados del siglo XIX, la ganadería fue, como suele ser habitual en los valles de montaña, el sector económico fundamental para la mayoría de los habitantes.

El trabajo artesanal realizado en casa constituía, en un principio, una parte muy pequeña de la renta de las familias gardenianas y el trabajo en los campos tampoco era demasiado rentable, pues servía exclusivamente para el autoconsumo; se criaba ganado de leche, bueyes y también algunos cerdos. La población era, por lo tanto, bastante pobre, aunque el artesanado permitía que en el Valle de Gardena se viviera mejor que en los valles vecinos.

Los productos de los campesinos eran vendidos o cambiados para adquirir alimentos o herramientas. Los pueblos de montaña se caracterizaban por la escasez de dinero contante, algo que también hacía necesaria la producción artesanal de algún producto que poder vender en el mercado. Una de estas actividades era la producción de Loden, un tipo especial de fieltro utilizado para coser ropas típicas de la cultura bávara-tirolesa.

En el siglo XVI, el Loden del Valle de Gardena era el más preciado y el más difundido del Tirol. Sólo en el siglo XVII las mujeres y las muchachas del valle empezaron a trabajar el encaje de bolillos y los hombres la madera.

El artesanado del encaje de bolillos

Hasta comienzos del siglo XIX la fabricación de encaje de bolillos era de gran importancia para la economía del valle, por lo que toda la población femenina – desde las niñas de siete años hasta las ancianas de ochenta años – se dedicaba a dicha actividad. La gran habilidad que llegaron a desarrollar en la fabricación de encajes explica por qué los trajes tradicionales gardenianos están tan ricamente adornados y confeccionados con tanta perfección.

Durante dos siglos la confección de encajes les garantizó a las familias del Valle ganancias complementarias considerables. Pero hacia 1830 sólo las ancianas continuaban practicando este arte. Los factores que contribuyeron a que esta actividad disminuyera fueron la creciente competencia de encajes de menor costo provenientes de otras zonas, la separación del Tirol en 1810 y la consiguiente dificultad de encontrar nuevos mercados de consumo para dichos productos. Pero ante todo su retroceso se debió al crecimiento exponencial de las artesanías en madera.

El artesanado del tallado en madera

Es muy difícil establecer con exactitud cuándo surgió la actividad de tallar la madera en el Valle de Gardena. Probablemente fue a comienzos del siglo XVII. El primer documento que existe al respecto data de 1625 y se refiere al escultor Christian Trebinger quien, junto con sus hermanos Bartolomeo, Domenico y Antonio, se especializó en el tallado de objetos ornamentales, marcos y soportes para relojes y repisas. Así fue como nació la famosa dinastía de los Trebinger en Ortisei, mientras que en Santa Cristina fue Melchiorre Vinazer quien marcó el inicio de la dinastía de los Vinazer.

Melchiorre Vinazer nació el 11 de setiembre de 1622 y, después de hacer su aprendizaje con el Maestro Rafael Barath en las proximidades de Bressanone obtuvo en 1650 el diploma de escultor. Seis de los hijos de Vinazer se convirtieron en escultores, y algunos de ellos perfeccionaron su técnica en ciudades como Roma, Venecia y Viena.

En esta primera época el tallado en madera todavía no estaba muy difundido en el Valle de Gardena, por lo que el mérito de desarrollar y promover esta tradicional actividad gardeniana recae en estas dos familias. Sus estudios y su perfeccionamiento a lado de maestros talladores y en academias de arte contribuyeron decisivamente a definir la identidad cultural del artesanado gardeniano.

Con el correr del tiempo el número de talladores comenzó a crecer, y en la segunda mitad del siglo XVII el Valle ya contaba con 50 talladores, capaces de realizar verdaderas obras de arte, encomendadas en su mayoría por las iglesias.

Cuando la gente del Valle se dio cuenta de que el tallado en madera podía representar una fuente importante de ingresos, muchas familias granjeras decidieron fabricar figuras de madera en serie, tanto de orden sagrado como profano. Y dado que no tenían ninguna maestría, se especializaron en la fabricación de juguetes o de pequeñas figuras de pesebre.

En los años sucesivos las ventas de obras de arte por encargo se estancaron, mientras que la exportación de figuras y juguetes de madera aumentaba y superaba los confines del Tirol. En 1680 las exportaciones del Valle tenían como destino Venecia, Génova, Lisboa, Viena, Graz, Stuttgart, Düsseldorf, Colonia, Fráncfort y otras grandes ciudades europeas.

En 1788 hubo un breve período de crisis debido a que el gobierno de Austria promulgó un decreto que ordenaba disminuir el número de talladores de 300 a 150 con el fin de preservar el Monte Rasciesa, que en los años precedentes había sido deforestado indiscriminadamente.

Los gardenianos recibieron la noticia con sorpresa e indignación, y el municipio de Ortisei propuso que se retirara el decreto y en su lugar se hiciera pagar a los talladores la madera que consumían. El gobierno austríaco aceptó la propuesta y retiró el decreto.

Hacia fines del siglo XVIII la fabricación de juguetes de madera, llamada chiena en ladino, se había convertido en la principal actividad económica de la región. Desgraciadamente este período está muy poco documentado como para poder comprender cómo surgió la idea de fabricar juguetes. Una posible explicación podría ser que, a consecuencia de las continuas migraciones, los gardenianos tuvieron la oportunidad de conocer los juguetes que se fabricaban en las regiones vecinas.

Los primeros comerciantes: los vendedores ambulantes y su establecimiento en el exterior

Durante este período surge una figura muy importante para el comercio de los productos gardenianos: el vendedor ambulante. Dichos vendedores no tenían una sede fija, sino que recorrían los diferentes mercados. Salían del Valle en primavera llevando a sus espaldas canastas repletas de juguetes de madera y regresaban recién en otoño. En invierno se retiraban a sus casas y se dedicaban a fabricar la mercancía para la primavera siguiente. Al poco tiempo los viajes se hicieron más largos, de manera que la cantidad de objetos que era capaz de transportar un solo comerciante ya no alcanzaba. Entonces, aquéllos que habían logrado reunir un pequeño capital se establecieron en el exterior, donde podían vender más fácilmente los productos que adquirían en el Valle. La mayoría se estableció en las grandes ciudades alemanas, austríacas, italianas, españolas y portuguesas. Los estrechos lazos económicos que existían entre el Valle de Gardena y dichos países, así como la facilidad de los comerciantes gardenianos para aprender otros idiomas contribuyeron a allanarles el camino.

Algunos de estos comerciantes no se limitaban a vender los objetos de manufactura gardeniana, sino que también trabajaban como intermediarios, anticuarios y agentes de cambio, aprovechando plenamente su talento en el ámbito del comercio. Dado que los comerciantes gardenianos en el exterior necesitaban ayudantes y empleaban con gusto jóvenes gardenianos, las familias del Valle comenzaron a enviar a sus hijos de 14 a 16 años a sus parientes en el exterior para que pudieran aprender la profesión de comerciante. Se estima que alrededor del año 1800, los vendedores ambulantes gardenianos establecidos en el exterior habían acogido 2/3 de la población del Valle de Gardena, o sea unas 1200 personas. Muchos de ellos lograron alcanzar un cierto bienestar económico, como p. ej. Melchiorre Ortner, quien se estableció en la ciudad española de Cuenca y financió unos 300 hombres durante la primera guerra colonial española.

Sin embargo, el Valle de Gardena en sí no sacó mucho provecho de este bienestar económico, a no ser en los casos de fallecimiento en los que la herencia de los emigrantes recaía sobre los parientes que residían en el Valle.

En Francia, que hubiera podido convertirse en uno de los mercados de consumo más rentables para el Valle de Gardena, se establecieron muy pocos comerciantes gardenianos, debido a que durante la Revolución Francesa muchos de ellos tuvieron que dejar de ejercer su profesión.

Estos flujos migratorios en busca de fortuna fuera del Valle terminaron definitivamente en la primera mitad del siglo XIX, principalmente debido a los cambios que se produjeron en las condiciones de comercio – desde la ampliación de las vías de comunicación hasta la utilización de nuevos medios de transporte – y, sobre todo, debido a la introducción del servicio militar obligatorio, que impidió que los jóvenes pudieran alejarse del Valle por largos períodos de tiempo. Otros dos factores que también contribuyeron a detener el flujo migratorio fueron la construcción de la estrada que conectó el Valle con la carretera de Brennero en 1856 y la construcción de la vía férrea del Valle de Gardena en 1915.

La pintura y el dorado de la madera

Entre los siglos XVII y XVIII surge gradualmente la industria de la pintura y del dorado de objetos tallados. En aquel entonces muchas figuras eran pintadas por los propios talladores, pero las figuras de grandes dimensiones y los altares se pintaban y terminaban en Castelrotto, Funes, Bolzano o Bressanone. Los juguetes de fabricación más delicada se enviaban incluso a Baviera. Recién a fines del siglo XVIII algunas familias gardenianas decidieron dedicarse enteramente a la pintura y el dorado de estatuas. Desde entonces la industria gardeniana ha alcanzado un alto grado de perfeccionamiento y originalidad que hasta el día de hoy la caracteriza.

Con el fin de acelerar la producción al máximo y aumentar las ganancias, se dividió el trabajo de pintura en diferentes fases: primero se pintaban las grandes superficies y luego se pintaban uno tras otro todos los detalles – ojos, cabellos, labios, botones, zapatos, etc. Las tareas más fáciles se les confiaban a los niños. Entre una y otra fase las tallas de madera se ponían a secar sobre el banco de la estufa, y al final, para evitar que las tallas se decoloraran, se les aplicaba un tipo de barniz que se obtenía mezclando alcohol puro con resina de abeto y de alerce. Dicho procedimiento era bastante peligroso puesto que para hacer el barniz era necesario calentar el alcohol, y el riesgo de que se prendiera fuego toda la casa era considerable.

Los primeros doradores de Ortisei fueron Joachim Unterplatzer, Thaddeo Oberbacher y Josef Großrubatscher.

El distribuidor y su trabajo

A mediados del siglo XIX llegó al Valle de Gardena el modelo de producción doméstica denominado sistema “putting-out” o “workshop”, que ya había dado óptimos resultados en las ciudades alemanas y austríacas. Dentro de este sistema de producción la nueva clase social burguesa de los distribuidores (comerciantes mayoristas) les daba trabajo por encargo a los talladores del Valle y luego vendía sus productos sobre todo en el exterior. Así, en poco tiempo gran parte del las tallas en madera pasó a ser propiedad de estos comerciantes intermediarios, quienes no sólo suministraban las materias primas a los talladores domésticos, ahorrándoles así mucho tiempo, sino que también simplificaban la logística de las ventas. En otras palabras, la producción con todos sus riesgos seguía siendo responsabilidad de los talladores, pero ahora era el distribuidor quien se encargaba de promocionar los productos y de encontrar compradores. Los primeros distribuidores fueron el sacristán Johann Dominik Moroder y el guarnicionero Josef Purger, ambos originarios de Ortisei. Pero muy pronto se les sumaron otros comerciantes de Ortisei, Santa Cristina y Selva Gardena. Al principio a estos distribuidores no se les daba mucha importancia, ya que por su servicio de envío de mercancías solamente cobraban una módica comisión y hacían el trabajo de intermediarios más que nada para asistir a sus parientes que residían en el exterior.

Muy pronto los comerciantes gardenianos se dieron cuenta de que para poder aumentar las exportaciones era necesario mejorar las vías de acceso al Valle. Los caminos que lo comunicaban con el exterior eran escarpados y estrechos, y un caballo sólo era capaz de transportar una carga máxima de 100 kg. Ésas eran las condiciones en las que se transportaban los comestibles y las artesanías fuera del Valle hasta mediados del siglo XIX.

El cambio decisivo se produjo en 1856 cuando se construyó la carretera que unía Ponte Gardena con Ortisei y más adelante con Plan bajo la dirección de Johann Baptist Purger. Todos los habitantes del Valle comprendieron enseguida la gran importancia que tenía esta iniciativa privada y le dieron su aprobación incondicional. Las deudas que se acumularon para realizar dicha obra fueron saldadas en 26 años gracias a la introducción de un peaje, que más adelante también resultó útil para cubrir los gastos de mantenimiento. Vale señalar que en aquella época la construcción de una carretera que facilitara la comunicación entre un valle de montaña y las localidades o países vecinos no era usual, pero gracias al distribuidor Johann Baptist Purger el Valle de Gardena fue comunicado con el mundo exterior varios decenios antes que los otros valles de montaña.

Los talladores domésticos

Mientras que los comerciantes intermediarios a menudo disfrutaban de una situación económica desahogada, los talladores domésticos gardenianos no gozaban del mismo bienestar económico, ya que ganaban muy poco y se veían obligados a trabajar de sol a sol para poder mantener a sus familias. Éstas, por lo general, eran muy numerosas y ayudaban en el trabajo de tallado de acuerdo a su habilidad y capacidad. Incluso los niños a partir de los seis años ayudaban. Había familias que sólo interrumpían el trabajo de tallado en las épocas de cultivo de los campos o de cosecha del heno. Durante la época invernal todos los integrantes de la familia – ancianos y jóvenes, hombres y mujeres – se pasaban el día en la sala de estar (lad. stua) inclinados sobre la mesa de tallado (lad. penic) trabajando la madera con sus gubias (lad. scarpiei). Los talladores dependían completamente de sus comitentes y tenían muy poco poder para negociar los contratos, ya que, a pesar de que eran muchos, no tenían ningún gremio que defendiera sus derechos.

La evolución de los escultores gracias a las escuelas

Hasta mediados del siglo XIX el aprendizaje del arte de tallar la madera se pasaba de generación en generación, sin ningún tipo de ayuda externa. La idea de fabricar diferentes modelos partió exclusivamente de los distribuidores, quienes estaban en condiciones de interpretar mejor la demanda de dichos productos en el mercado. Sin embargo, ni los comerciantes ni los talladores veían la necesidad de fabricar las tallas con una técnica más precisa y refinada. Con muy pocas excepciones, los productos eran fabricados por un artesanado doméstico subordinado al sector principal de la agricultura. Los productos artesanales gardenianos se vendían bien, pero los talladores domésticos no recibían un pago decoroso porque dependían fuertemente de los distribuidores. Éstos trataban de contener los precios al máximo porque los productos se exportaban a lugares cada vez más remotos – desde Rusia hasta América –, y eso hacía aumentar los gastos de transporte.

La situación de los artesanos gardenianos mejoró notablemente con la fundación de una escuela de tallado. La idea revolucionaria fue de Rudolf Eitelberger y no les gustó ni a los distribuidores ni al Consejo municipal que ellos presidían, ya que temían que la creación de una escuela de tallado redujera sus ganancias. El problema se resolvió gracias a que el gobierno austríaco se interesó por el proyecto y en 1872 subvencionó la fundación de una escuela técnica en Ortisei a cargo de Ferdinand Demetz, la cual posteriormente pasó a manos privadas. Dicha escuela introdujo mejoras técnicas y artísticas en el tallado en madera e indirectamente contribuyó a mejorar la situación económica de los artesanos. En pocos años se construyeron otros talleres para talladores y carpinteros, y también aumentó el número de pintores. La construcción de altares, que en la primera mitad del siglo XIX se había descuidado, volvió a retomarse, y algunos escultores se especializaron en el equipamiento y la decoración de iglesias enteras. En cuanto al volumen de trabajo y a las ganancias el Valle de Gardena superó a las otras localidades que se dedicaban tradicionalmente al tallado en madera como Oberammergau, Berchtesgaden y Múnich.

En 1894 abrió sus puertas la escuela privada de Santa Cristina, cuya dirección también estaba a cargo del director de la escuela de Ortisei, mientras que un tal profesor Raske impartía clases de diseño y tallado a un primer grupo de 12 estudiantes. Las esculturas en madera fabricadas en la escuela se exportaban y los alumnos recibían una retribución mínima diaria. Sin embargo, esta escuela tuvo que cerrar sus puertas apenas cuatro años más tarde debido a la propaganda negativa de los distribuidores, quienes sólo veían en ella una amenaza para sus intereses. Seguidamente, gracias a un gran esfuerzo por parte del municipio de Selva Gardena y a la ayuda del gobierno austríaco, se construyó otra escuela técnica en Selva Gardena. Esta vez la escuela contó desde un principio con el apoyo incondicional de los habitantes, quienes eran conscientes de que era necesario contar con una escuela profesional para garantizar el bienestar de la población. El edificio, terminado en 1908, recibió el nombre de “Scuola Professionale Imperatore Francesco Giuseppe” en honor al emperador austríaco Francisco José I de Habsburgo-Lorena.

En contraposición al artesanado, que se expandía cada vez más, la agricultura en el Valle de Gardena no logró desarrollarse de la misma manera y con el tiempo perdió su papel de principal fuente de ingresos de la población. Sin embargo, el artesanado de tallado en madera sólo siguió evolucionando en Ortisei, que desde siempre había sido el centro comercial del Valle. En los otros municipios gardenianos, así como en las poblaciones ladinas del Municipio de Castelrotto – Bulla, Roncadizza y Oltretorrente – la situación seguía siendo la misma: allí los talladores domésticos especializados en la fabricación de juguetes dependían fuertemente de sus distribuidores. Los numerosos talleres de artesanos que surgieron en el Valle de Gardena atrajeron un gran flujo migratorio de otras poblaciones vecinas, como p. ej. del Valle de Badia y de Arabba, y también de otros países como p. ej. del Reino de Baviera y del Imperio Austrohúngaro. Estos inmigrantes enseguida encontraron trabajo como talladores, pintores, doradores y carpinteros, y contribuyeron a la prosperidad económica de Ortisei. En 1914 – o sea en menos de 50 años – el número de talladores entre maestros y alumnos había pasado de unos 20 a unos 260. Y también el número de pintores había aumentado notablemente, pasando de unos cuatro a 85. Asimismo, se desarrolló un sector separado de carpintería, que se especializó en la construcción de altares y en la decoración interior de iglesias. En dicha época se exportaban productos gardenianos en todo el mundo, sobre todo a Gran Bretaña y sus colonias, a Alemania, Rusia, Japón, China y Australia. En contraposición las exportaciones a Italia y Francia cesaron por completo debido a los altos derechos de aduana.

El ferrocarril del Valle de Gardena

Con el estallido de la Primera Guerra Mundial muchos talleres de tallado en madera tuvieron que cerrar, y también los talladores domésticos se vieron gravemente afectados. Sin embargo, un acontecimiento positivo en este período fue la construcción de un ferrocarril de vía estrecha que unió Chiusa con Plan, cubriendo una distancia de 31 km y superando un desnivel de unos 1.072 m. Su construcción fue decretada por el gobierno austríaco, ante todo para abastecer a su artillería en el frente dolomítico que, como parte de la alianza germano-austríaca, luchaba contra Italia.

La vía férrea fue terminada en 1915 por prisioneros rusos en un tiempo récord de cuatro meses y, con el fin de acelerar todavía más su construcción, los puentes y viaductos se construyeron provisoriamente en madera y recién más tarde en piedra.

Durante muchos años el ferrocarril del Valle de Gardena fue un importante medio de transporte para la población y favoreció el desarrollo del turismo y la exportación de los productos de madera. Sin embargo, con el advenimiento del automóvil se suprimió el tren debido a que era muy lento y ruidoso. El tramo inferior de la vía férrea que salía del valle se transformó en una carretera, mientras que el tramo superior se transformó en un sendero peatonal que une Ortisei con Santa Cristina y Selva Gardena.

La situación durante las dos guerras mundiales

La industria de transformación de la madera del Valle de Gardena tardó mucho en recuperarse de las consecuencias devastadoras de la Primera Guerra Mundial. Había perdido muchos de sus mercados de exportación, y la demanda de productos artesanales de madera se redujo a un mínimo histórico durante muchos años. Además de las dificultades económicas generales por las que atravesaba la población, la pérdida de muchos hombres que habían caído en combate fue un golpe muy duro para las comunidades gardenianas, ya que muchos de los caídos eran escultores calificados o excelentes talladores, y su falta se sintió fuertemente durante la fase de reconstrucción económica.

La incertidumbre y la falta de perspectivas de futuro llevó a muchos artesanos a buscar trabajo en los valles vecinos o incluso en otros países, como p. ej. en Argentina. Además, a raíz de la anexión del Alto Adigio (Tirol del Sur) a Italia la madera perdió muchísimo valor. En los primeros años de posguerra algunos distribuidores retenían la madera para venderla como leña, ya que sacaban más provecho que si la utilizaban en la fabricación de productos artesanales. La única consecuencia positiva de la guerra fue que se comenzó a dar mucha más importancia a la calidad de los productos acabados. A partir de 1926 las exportaciones del Valle comenzaron a aumentar de nuevo y su consolidación económica continuó hasta que estalló la Segunda Guerra Mundial.

El sector de los pequeños objetos artesanales también se recuperó gracias a que se vendían bien los artículos de uso corriente y los de decoración, como p. ej. sacacorchos, portaplumas, ceniceros, piezas de ajedrez, virgencitas, crucifijos estilizados y otros artículos de recuerdo. Antes de la Primera Guerra Mundial la mitad de las artesanías en madera que se fabricaban en el Valle eran altares y estatuas. Estas últimas continuaron fabricándose y vendiéndose, pero los altares dejaron de construirse casi por completo. A eso contribuyó la caída del Imperio Austrohúngaro y la consiguiente pérdida de importantes mercados de exportación dentro de la Federación, y también el hecho de que el mercado italiano era mucho más competitivo debido a la gran importancia que allí tenía el mármol como materia prima sustitutiva de la madera en la construcción de altares y esculturas religiosas para las iglesias.

Otro sector productivo que perdió importancia en este período fue el de los juguetes. Por un lado, los distribuidores no lograron interpretar bien y satisfacer las nuevas necesidades de la clientela; y por otro las empresas gardenianas se vieron enfrentadas a la fuerte competencia de las empresas que producían juguetes con otros materiales.

Sin embargo, gracias a las dos escuelas profesionales de Ortisei y de Selva Gardena, la escultura gardeniana mejoró notablemente en base a soluciones creativas originales y a un mayor perfeccionamiento técnico. De esta manera, se vieron recompensados los esfuerzos que ambos municipios habían hecho para erigir las dos escuelas.

Desafortunadamente la alta calidad de las artesanías no alcanzó para afrontar sin problemas la crisis mundial que se desató en los años 1930, y el Valle de Gardena pasó de nuevo por un período de enormes dificultades económicas.

Poco antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial la mitad de la producción total del Valle se exportaba a los Estados Unidos, seguidos de Alemania e Inglaterra, mientras que sólo un 5 % de los productos se vendían dentro del territorio nacional.

La situación tras la Segunda Guerra Mundial

La Segunda Guerra Mundial no tuvo consecuencias tan graves para el Valle de Gardena como tuvo la Primera, y hacia fines del conflicto algunos miembros influyentes de las tropas americanas intercedieron para que la demanda de esculturas gardenianas volviera a aumentar. Las artesanías que quedaban en las tiendas terminaron de venderse y al poco tiempo se renovaron los contactos con el mercado estadounidense. Incluso la demanda de esculturas sacras volvió a aumentar. Al comienzo de la década de 1960 se exportaban por lo menos 2/3 de las esculturas producidas, y de esos 2/3 entre el 75% y el 80% tenía como destino los Estados Unidos. Este país era particularmente receptivo gracias a que allí el catolicismo tenía muchísimos adeptos y la Iglesia norteamericana prefería una decoración litúrgica más sencilla. Por otra parte, las exportaciones hacia América del Sur superaron las exportaciones a los estados europeos, inclusive a Alemania, que en el ínterin había perdido su papel de socio comercial, sobre todo en los primeros años de posguerra. Sin embargo, sucesivas disposiciones del Concilio Vaticano II (1962-’65), que prescribían estatuas sacras aún más sobrias, causaron el cese total de la demanda en ese sector por algunos años.

Lo que seguía floreciendo era el comercio de pequeñas esculturas de madera con países como los Estados Unidos, Alemania, Suiza e Italia. En relación al período precedente a la guerra, la venta de pequeños objetos de madera en el mercado interno también había ido aumentando hasta llegar a representar el 25 %.

Para ese entonces el artesanado de la madera en el Valle de Gardena había adquirido proporciones tan grandes que no quedaba ni una sola familia que no tuviese las herramientas necesarias para tallar una estatuilla. En 1965 el sector del tallado en madera daba trabajo a unas 2.000 personas, lo cual correspondía a 1/3 de la población total del valle.

En cuanto a la organización de la mano de obra, se observaban dos tendencias opuestas. Mientras que los talladores se organizaban en grupos, los escultores y los pintores preferían trabajar de manera más individual. Por esa razón desaparecieron los grandes talleres de escultores tan característicos de Ortisei hasta 1900, que tenían entre 15 y 20 alumnos. Esta transformación se debió a tres factores: el deseo de los escultores de independizarse de los distribuidores, una creciente demanda de estatuas de madera de clientes cada vez más exigente y motivos de orden fiscal.

La industrialización de la fabricación de juguetes y pequeñas esculturas

La fuerte demanda de las esculturas gardenianas después de la Segunda Guerra Mundial dejó al descubierto los límites del sistema de producción del Valle. Con el sistema putting-out los artesanos gardenianos ya no podían competir en un mercado mundial que se encontraba en continua evolución. El viejo sistema no les permitía a los distribuidores controlar ni la calidad ni los plazos de entrega de las esculturas por parte de los talladores domésticos, quienes a menudo debían satisfacer los pedidos de varios intermediarios y no siempre lo lograban. Además, tanto los artesanos como los distribuidores tenían muy poco interés en renovar la producción porque la competencia copiaba los nuevos modelos continuamente. Así corrían el riesgo de no poder satisfacer las exigencias de la clientela o de un mercado que en el ínterin había evolucionado y exigía productos excelentes con plazos de entrega cortos y seguros.

Esta nueva situación llevó a los comerciantes mayoristas a tomar las riendas de la fabricación de las esculturas. La utilización de maquinaria moderna permitió aumentar la producción considerablemente, trabajar con mayor precisión y, por consiguiente, incrementar las ganancias. Y también era posible garantizar la entrega puntual de los pedidos.

Entre los nuevos empresarios Anton Riffeser tuvo un olfato para los negocios verdaderamente poco común. Su historia es otro ejemplo de cómo la iniciativa individual es decisiva para el desarrollo de una tradición secular como la del artesanado. La empresa ANRI (ANton RIffeser), fundada en 1925, fue de hecho la primera fábrica que afrontó con valentía los retos de una gestión administrativa hasta entonces desconocida. Después de la Segunda Guerra Mundial dicha compañía fue ampliada y adquirió las primeras máquinas, como p. ej. fresadoras para desbastar las esculturas. Asimismo, fue la primera empresa del Valle en construir una planta para el secado de la madera y en abrir una sucursal propia en Alemania. Durante muchos años tuvo una importancia decisiva para la economía del Valle ya que le dio trabajo a muchísimos gardenianos. En 1952 tenía 50 empleados, tres años más tarde ya eran 150, dos años después 230 y en 1965 su número habían llegado a 280. La empresa sigue funcionando hasta el día de hoy, pero su importancia para la comunidad gardeniana ha disminuido, entre otras cosas debido al surgimiento de empresas familiares pujantes como BERGLAND.

Otro buen ejemplo de industrialización exitosa es el de la empresa SEVI (SEnoner VInzenz), que se especializó en la producción de juguetes de madera. La administración estaba en Santa Cristina, pero su planta se encontraba en la zona de Pontives, a la entrada del Valle.

En las fábricas del tipo ANRI y SEVI los talladores y los pintores trabajaban en el mismo edificio. La novedad era que el dueño de la fábrica ponía las diferentes herramientas y maquinarias de trabajo a disposición de sus empleados y les pagaba un salario mensual. Al principio la actitud de los gardenianos hacia las fábricas era crítica y desconfiada, pero con el correr del tiempo se dieron cuenta de las ventajas que ofrecía el trabajo dependiente. Un trabajador dependiente no sólo recibía un salario fijo, primas, subsidio familiar y una pensión, sino que también estaba asegurado contra enfermedades y accidentes, y realizaba su trabajo en espacios cómodos y bien iluminados. Hasta ese momento los talladores y pintores nunca habían conocido tales condiciones de trabajo.

Sin embargo, desde hace algunos años se nota claramente una creciente tendencia en la dirección contraria, ya que las grandes empresas industriales se ven enfrentadas a dificultades cada vez mayores. Los trabajos finos, como p. ej. el acabado de las figuras, el ensamblado de las piezas de madera y la pintura de las esculturas, deben hacerse forzosamente a mano. Debido a eso, las empresas de grandes dimensiones tienen costes fijos muy altos y poca flexibilidad gerencial, por lo que no pueden superar fácilmente los períodos de crisis. Cuando no se alcanza el volumen de ventas previsto, se ven obligadas a despedir personal y, en casos de extrema necesidad, a detener la producción, como le sucedió p. ej. a la firma SEVI. Por esa razón, en los últimos tiempos cada vez tienen más éxito las pequeñas empresas familiares, ya que son más flexibles, tienen productos más originales y de alta calidad, mantienen una excelente relación con su clientela y, ante todo, pueden controlar mejor sus costos. Casi se podría decir que en el Valle de Gardena se ha vuelto a un sistema putting-out, ya que las empresas familiares les dan trabajo a los talladores domésticos y venden los artículos que éstos producen bajo su propia marca.